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Esta foto es del año de la polka, seguramente la que mejor me salió en toda su vida (de cara digo). Es una pena que en aquellos años no tuviera una cámara en condiciones y tuviera que hacerlas con el móvil... Aquí tenía pocos años cuando aún llevaba su primer collar que era negro con piedrecitas y su tradicional cascabel.

Era un encanto y además muy lista. Sabía abrir las puertas, y si una se le empeñaba, hasta que no la abría no cedía. Cuando tenía hambre y no quedaba comida en su recipiente, nos la pedía. Si quería agua del grifo del baño, también la pedía, y cuando era invierno y la arena se quedaba fuera, maullaba para que le abriésemos la terraza. Dormía siempre conmigo rodeándome el cuello con su cuerpecito calentito en invierno, y en verano dormía encima de mí o en la almohada juto mi cara. Sus sitios favoritos en la casa era el radiador del salón al cual le poníamos una mantita para ella, la televisión, que se ponía encima y parecía una figura y debajo de la cama de mi madre, que en verano era el lugar más fresquito de la casa. Siempre que me iba al cole o al instituto se quedaba en la puerta principal de casa esperándome. Algunas veces mi madre me aseguró que maullaba llamándome. Cuando llegaba a casa ella siempre estaba allí dándome la bienvenida. Estábamos todo el día juntas.

Recuerdo el día que vino a casa. Yo tenía 9 años y desde hace unos días estaba oyendo un gatito maullar. Me asomé por la ventana de mi habitación que da a un callejón y ahí estaba. Unos días después decidí colarme en el callejón con una amiga para recatar al gatito. Lo subimos a mi casa, le dimos leche, que era lo único que tenía a mano, y parecía loca. Estaba en los huesos y yo esperaba de todo corazón que se pusiera bien. Siempre ha sido una gata delgada pero tanto como aquello... Por aquél entonces estaba mi abuela cuidando de mi hermana y de mí, así que vivía con nosotras en casa. Me hizo gracia porque cuando la subimos ya estaba diciéndonos que lo dejáramos en la calle, que cuando viniera mi madre que nos íbamos a enterar, que la tiraría por la terraza. Es llegar mi madre y quedarse con cara de vencida porque nada más entrar al salón soltó un "¡Qué bonito gatito!" y suspiró, ya la hemos jodío... Al principio mi madre creyó que era el gato de mi amiga pero le explicamos todo y nos la quedamos.

La primera noche la dejamos en el salón a ella sola, pero empezó a maullar y me dio pena, así que ese fue el comienzo de que durmiera conmigo. También le gustaba dormir largas siestas en las macetas. A la hora de comer era muy respetuosa y se quedaba en su sitio esperando que termináramos.

La echo mucho de menos, era mi ángel de la guarda.

Alina~